Sello emitido por Correos España en 1977 Fuente imagen |
Ahora que nadie escribe cartas, en el mundo electrónico y digital de la comunicación, hablar de sellos parece tan antiguo como hablar de las pirámides de Egipto. Pero hasta hoy día, que rara vez se usan, las misivas deben llevar un adhesivo en los sobres que las «sella» como envío oficial. Ese sello que el emisor/remitente paga, obliga a los servicios postales de los países a hacer llegar a su destino los mensajes, cartas, postales, documentos o paquetes.
El antecedente del sello se puede considerar el lacrado que se hacía con cera marcada con anillos o medallas símbolos del estatus del emisor de la carta. Los sellos reales, por ejemplo.
Breve historia de los sellos. El sello lacrado. Ceras y resinas estampadas. Fuente imagen |
Breve historia de los sellos
Las estampillas o sellos nacerán al comienzo del siglo XIX, cuando la revolución industrial se consolidaba y aumentaba la emigración del campo a la ciudad. Las familias necesitaban saber de los miembros que habían viajado lejos.
El dar cuenta de «estar bien», de las noticias que se iban dando en la vida alejada de los suyos, aumentó el correo entre particulares. Ya no era cosa de emperadores, reyes y nobles. Las cartas comerciales y de negocios empleaban los propios medios de las sociedades mercantiles para el transporte de mercancías y personas, las cartas y documentos entre empresas se llevaban en los barcos o en los convoyes terrestres de esas compañías.
El correo y el uso de los sellos lacrados dejan de ser cosa exclusiva de nobles o reyes
En ese aumento de las misivas entre los particulares y las gentes comunes se planteó un serio problema. El que pagaba el coste del envío era el destinatario y lo hacía según los kilómetros recorridos por el cartero. Muchas veces, al llegar a su destino, el correo se encontraba con que el receptor de esa carta no podía pagar su coste y era devuelta.
Una anécdota en ese sentido fue el germen del origen del sello postal. El que llegase a ser Jefe de Correos de su Majestad, Rowland Hill, era un modesto maestro inglés de viaje por Escocia en 1835, que en un descanso en una posada vio como la dueña del establecimiento rechazaba una carta. Se excusó declarando que era muy pobre y no podía pagar los costes de ese envío.
Compadecido, el maestro Hill se prestó a pagar la misiva. Su sorpresa fue ver como la posadera, nada más marcharse el cartero, dejó la carta sobre una mesa sin abrir. La curiosidad le hizo preguntar a la posadera por su actitud. La anécdota nos cuenta que la señora sólo leyó el remite del sobre porque éste estaba vacío. Cada miembro de su familia escribía una parte de la dirección y de los nombres, sabiendo así que todos seguían bien y ahorrando el coste de pagar una carta.
El nacimiento del franqueo postal
Tan ingenioso sistema no se ha confirmado si es una anécdota real o inventada, el mismo Rowland Hill no lo aclara, pero tras su viaje por Escocia propuso a la Cámara de los Comunes una reforma del Sistema Postal, donde el pago a posterior del servicio de correo realizado muchas veces lo hacía trabajo en balde.
Hill ideó un sistema de pre-pago, el franqueo postal y para ello se pensó en la imprenta del Tesoro para que imprimiera una estampa o timbre (sello) que se pudiera comprar con una cara adhesiva, para ser pegada en el sobre. Nacía el 1 de mayo de 1840 el primer sello del mundo, el Penny Black o penique negro, porque era el perfil blanco de la Reina Victoria sobre un fondo negro.