¿Estamos en un mundo robotizado? Pues aunque parezca que sí, no lo estamos aún. Según la definición de robótica en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) estamos ante una técnica, no ante una especie de sistema global de tecnificación
Los robots serían aparatos resultado de esa técnica informática que diseña máquinas para sustituir a personas en trabajos, por lo general, relacionados con la actividad industrial. A los amantes de la literatura de Asimov esta definición tan técnica y literal a la vez no les satisfará nada. Es más, no estarán muy de acuerdo con ella si están ya en la fase de creer en un futuro con humanoides robots.
La mecanización de movimientos y acciones humanas es muy antigua. Si consideramos esa definición de robot como el aparato que sustituye al hombre en ciertos trabajos, el molino de agua o viento podría ser considerado uno de los primeros robots de la historia humana.
De los autómatas a los androides…
En la categoría de autómatas encontramos otros parientes lejanos de los robots. Parece que el deseo por “animar”, dar vida a muñecos o estatuas, es muy viejo. Los egipcios simulaban que las grandes estatuas de los dioses movían las manos o hablaban, mediante técnicas mecánicas ocultas que manejaban los sacerdotes.
Los juguetes mecánicos que simulaban movimiento de animales o de personas tan sólo pretendían entretener. Los podemos encontrar en épocas tan remotas como la Grecia Clásica. Los grandes mecanos que son antesala de los robots pretendían sustituir a brazos y piernas de los obreros en la época de la industrialización. Maquinaria de la industria textil de finales del siglo XVIII ya mecanizaba actos que antes sólo hacían los dedos humanos.
Pero es en la segunda mitad del siglo XX, en esa técnica de diseñar aparatos que sustituyen al humano, donde se comienza a utilizar la informática como base para recrear algo más que movimiento, para conseguir “inteligencia artificial”.
La combinación de ingeniería electrónica, mecánica, informática, diseño industrial… ha convertido a la robótica en algo más que una ciencia, en una especie de reto del ser humano para conseguir reproducir la vida humana. Humanoides y robots de última generación se asemejan, de manera escalofriante, a su creador.
Estos atributos de “creador” de vida artificial han obligado al ser humano a reflexionar desde perspectivas similares a la moral religiosa o la ética social. Un autor pionero en estas observaciones fue el gran escritor de ciencia ficción y divulgador científico Isaac Asimov, que ya en un temprano relato, Runaround (1942), expuso:
‘Las Tres Leyes de la Robótica’
Primero, un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
Segundo, un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la 1ª Ley.
Tercero, un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª Ley.
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