Lo que es evidente es que andar, en teoría, fue más sencillo para el hombre de la Prehistoria que nadar. Atravesar ríos y lagos en su constante «emigración» supondría un calvario para esos clanes, grupos reducidos de personas, que tendrían que buscar pasos poco profundos para vadearlos.
La necesidad, como en muchas otras facetas de la historia humana, hizo que el hombre aprendiese a nadar. Los «accidentes» en estas travesías acuáticas obligarían a flotar si no se quería perecer ahogado. La necesidad de pescar, obtener alimentos, hizo que los encargados de tal tarea, los primitivos marineros, idearan las formas de moverse por el agua: nacía la natación.
Antiguo Egipto, fenicios, griegos y romanos
¿Qué decir más de la importancia del agua en Egipto en la época de los faraones que no se haya dicho ya? Agua era decir Nilo, ya que la vida de los egipcios antiguos tenía como eje ese río legendario. Digamos que en sus “escuelas públicas” se tenía a la natación como asignatura obligatoria. Las crecidas del río Nilo eran vitales para el Egipto antiguo, pero también podían provocar grandes inundaciones que se llevaban de por medio poblaciones enteras. Saber nadar, por tanto, era necesario para los egipcios desde muy pequeños.
A los fenicios les tenía que gustar el agua. No en vano consiguieron la primera talasocracia (dominio del mar) en el Mediterráneo. Se sabe que en sus barcos, donde prácticamente vivían, siempre viajaban varios buenos buceadores y nadadores para rescatar tripulantes y mercancías en caso de naufragio. Los griegos utilizaban la natación como entrenamiento militar. Incluso para llamar inculto a alguien se le decía: “no sabe nadar”.
Los romanos comenzaron a practicar en “lagos artificiales”, las primeras piscinas, juegos en el agua que incluían algo similar a las carreras en la tierra, pero dentro de esas grandes albercas. Son también famosos los espectáculos de agua en los coliseos romanos. Se llenaban los fosos con el líquido elemento simulando batallas navales, y salvar la vida dependía muchas veces de saber o no saber nadar.
El siglo XIX rescató a la natación
Durante la Edad Media estaba mal visto el contacto con el agua, ya que se asociaba sumergirse en ella a ser «impuro» y víctima de enfermedades infecciosas. Vamos, que se bañaban cuando ya no les quedaba más remedio al contraer cualquier infección por falta de higiene. Tuvimos que esperar al siglo XIX para que en Europa se recuperase la natación como deporte y actividad lúdica.
Fue en el Reino Unido donde aparece la primera “asociación deportiva” de nadadores, la National Swimming Society, que fue fundada en Londres en 1837. El nadar convertido en carrera o competición va tomando interés entre la burguesía londinense. En 1869, se crearía la Metropolitan Swimming Clubs Association, que después se convirtió en la Amateur Swimming Association (ASA). El Támesis servía a estos aficionados a la natación para realizar las primeras competiciones nacionales.
La natación y los Juegos Olímpicos
Hemos visto que la natación se practicaba desde hace mucho tiempo, pero en los juegos clásicos de las olimpiadas griegas no formaba parte de una de las competiciones. En cambio, fue deporte olímpico desde los primeros juegos de la era moderna en Atenas, en 1869. Es en los Juegos Olímpicos donde más popularidad y seguimiento ha tenido este deporte, con grandes nadadores que han hecho historia. Michael Phelps se ha batido a sí mismo estos últimos Juegos de Londres 2012, algo que ya era complicado de hacer, con récord en medallas olímpicas conseguidas.
La natación es un deporte en cierta forma “solitario”, pues más que competir contra otros nadadores u otros equipos se compite contra el reloj. Marcar los mejores tiempos supone, en realidad, ganar la carrera, competir “contra uno mismo”. Es quizás por eso que no es un deporte de masas o que guste tanto como otros deportes de equipo.
Las piscinas de competición oficial
Finalmente, han sido los Juegos de la Olimpiada moderna los que han marcado las reglas de esta competición, a pesar de existir campeonatos continentales y mundiales. Las dimensiones de una piscina olímpica son de 21 metros de ancho por 50 m de largo con una profundidad de 1.80 m. Se divide en ocho carriles de 2.5 m., y se deja a cada uno de los lados 0.5 m para evitar salpicarse y estorbar a los otros nadadores.
La disposición de los nadadores es importante en una prueba. Los más rápidos nadarán en las calles centrales, mientras que los más lentos ocupan las laterales. En la prueba de espalda, empiezan siempre en el agua; en cambio, en las competiciones de estilo libre, braza y mariposa, los nadadores comienzan saltando desde una plataforma. Todos deben esperar a que el juez dé la orden de “preparados”, y la carrera se inicia mediante un disparo.
La natación se ha convertido en un deporte muy ligado a la salud. En muchas ocasiones, es recomendada para problemas de espalda o de articulaciones en rodillas y codos. Nadar también relaja, y el agua es usada como terapia en muchos tratamientos. Nadar, como cuando crecía el Nilo, es vivir.