Estas primeras semanas de junio están siendo muy calurosas, por las noches las temperaturas siguen altas y es complicado conciliar el sueño. Los más castizos y de cierta edad conocemos una expresión para definir esas noches de insomnio: se las dice pasar «una noche toledana». Te contamos el origen de esta curiosa expresión.
Esta expresión usada para referirnos a pasar una mala noche tiene, al parecer, un remoto origen. Nada menos que entre finales del siglo VIII y el inicio del IX, tras acontecer la invasión musulmana de la península ibérica en el año 711. Debió dejar tal «impresión» en la mentalidad de la época, el hecho que la motivó, que se emplearía por los siglos de los siglos y todavía hoy día se sigue empleando.
Por lo visto, el origen estaría en un hecho histórico bastante luctuoso. En el contexto de las rebeliones de la ciudad de Toledo y las crueles represiones que ocurrían después contra los rebeldes. Existen dichos o expresiones con un significado similar y que están relacionados con las ciudades amuralladas. En la Edad Media, cuando llegabas a deshora a una ciudad te encontrabas con las puertas y murallas cerradas. No te dejaban pasar y debías pasar la noche al raso, al pie de esas murallas. En esa línea estaría el origen de frases como: «mirando a la luna de Valencia». Que viene a significar que por el día estas distraído o medio dormido, porque te has pasado la noche en vela mirando a la luna.
Sin embargo, en el caso de pasar «una noche toledana» su origen está en una matanza de nobles muladíes. Parecía una de las muchas leyendas sobre Toledo, pero el suceso consta como hecho ocurrido en la historia de la ciudad en varias crónicas posteriores. Los señores muladíes eran los antiguos cristianos hispanos visigodos que se habían convertido al Islam. A estos nuevos musulmanes les costó siempre asumir el dominio absoluto de los Omeyas y la ciudad de Toledo sería una de las más rebeldes.
Una noche toledana, el origen medieval de este dicho
Hartos los emires de Córdoba de estos nobles muladíes tendentes a la rebelión, mandaron a un gobernador de frontera, otro converso que había hecho fortuna como militar mercenario. Sería Amrús ben Yusuf, que era el gobernador de la actual Talavera de la Reina. Cuando llegó a Toledo, sobre el año 797, realizó los sobornos habituales para que los mismos muladíes toledanos se traicionasen unos a otros. Le funcionó al principio, pero sus maneras tan drásticas, asesinando también a los delatores, generó mayor deseo de venganza contra él y el señor supremo, el emir de Córdoba.
Aunque sus modos duros consiguieron una década de relativa «paz», como decíamos, los rumores de nuevos planes de rebelión volvieron a llegar hasta Córdoba. Nombraron a Amrús gobernador de Toledo y de toda esa franja fronteriza, para que tuviera control absoluto de la situación. Alguna versión, próxima a la leyenda, dice que Amrús ben Yusuf resultó ser un gobernador cruel y déspota por venganza. En una de esas rebeliones, los nobles sublevados habían secuestrado a su hijo y le habían asesinado. El hecho es que el plan que urdió para acabar con los nobles muladíes toledanos fue tan drástico que quizás ese dato sobre su hijo no forme parte de las leyendas.
Así, hacia el año 812 de nuestra era, según algunos cronistas, el gobernador Amrús invitó a cenar a todos los nobles muladíes de Toledo al nuevo palacio que había construido. Lo había ordenado construir para el futuro Abderramán II, el emir, que en ese año aún era un joven príncipe que visitaba la ciudad por primera vez. Al final, por lo visto, ni había visita del príncipe ni cena de gala. Esa noche el cruel Amrús hizo pasar, uno a uno, a los nobles invitados por un estrecho pasillo hasta una antesala donde eran decapitados por los guardias de palacio, arrojándoles a un foso.
Desde entonces, el terror impuso décadas de paz y esa noche sanguinaria en Toledo se asoció para siempre a pasar una «mala noche»
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