Esta novela París es un llanto de mujer, de Ivonne Vega, trascurre en un tiempo de revolución social. En aquel famoso mayo del 68, entre París y España, cuando los versos silvestres nacían entre los adoquines que usaban los revolucionarios contra la policía en las calles de la Ciudad de la Luz y el Amor

¿Cuántas historias han quedado fuera de los libros porque nadie se atrevió a contarlas? ¿Cuántos silencios se transformaron en heridas por falta de palabras? Ivonne Vega, autora de París es un llanto de mujer, propone una respuesta desde la literatura: contar desde la herida, pero sin victimismo; escribir desde el recuerdo, pero con dignidad.
Emprender la lectura de una novela romántica puede llevar a una serie de prejuicios si no somos lectores habituales de este género. Pensamos en la historia chico-chica, chica-chica o chico-chico, como principales ejes narrativos. El viejo prejuicio del amor entre personas del mismo sexo ya fue vencido, pero otros prejuicios como las diferentes aristas que el amor provoca en sus innumerables manifestaciones persisten. ¿Es amor o amistad intensa lo que sienten Leonor y Ana María?
Así, en esta nouvelle romántica y reflexiva, la autora reconstruye la historia de Leonor y Ana María, dos mujeres unidas por un vínculo complejo, tierno y doloroso, marcado por los ecos de un tiempo revolucionario. A través de la evocación y la introspección, Vega escribe sobre el amor no dicho, la amistad que roza lo amoroso, la manipulación emocional, el duelo no resuelto. Una crónica casi de sucesos, acontecimientos que de lo cotidiano van a la transcendencia sin montar un gran escándalo.
Uno de los aspectos más interesantes de la novela es cómo integra lo político sin convertirlo en bandera. El Mayo del 68 está presente como telón de fondo, pero no en forma de consignas, sino como atmósfera convertida en otro personaje. Como una época donde se gritaba en las calles y, al mismo tiempo, se callaba en los afectos. Esa tensión entre lo público y lo íntimo atraviesa a los personajes de la obra con sutileza. Un activismo social compartido con un activismo intimista.
Ivonne Vega elige el silencio como materia literaria. Leonor, la narradora, no cuenta todo de golpe: recuerda a retazos, reconstruye desde la falta. Eso permite que el lector se convierta también en parte del proceso: no se trata solo de leer una historia, sino de escuchar lo que queda entre líneas.
El gran logro del libro es que todo eso se cuenta sin exageración. La autora apuesta por una prosa delicada, llena de imágenes sensoriales, donde cada escena tiene el peso simbólico de una confesión. Y en ese tejido narrativo, emergen temas universales: la identidad, el deseo, la libertad, la culpa.
Vega, la autora, demuestra que una novela puede ser política sin nombrar partidos, y que puede ser feminista sin necesidad de proclamas. Basta con mirar con honestidad lo que vivieron tantas mujeres como Ana María. Y basta con escribirlo, como hace Leonor, para que una verdad encuentre por fin su lugar.