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El origen de la tapa y el tapear; un «real» origen

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Una suculenta tapa en España
Es probable que desde tiempos remotos al visitante de una taberna se le pusiera algo de comer con la bebida que tomaba. Esa bebida solía ser el vino en el mundo romano y está documentado que en las postas servían a los viajeros que transitaban por las numerosas calzadas romanas un breve avituallamiento, un reponer fuerzas para continuar el viaje. Es lógico que junto a la bebida se les ofreciera un alimento rápido de consumir, esos embutidos y quesos serían las «primeras tapas»

Aunque lo que este artículo les quiere contar es el origen de la saludable costumbre española de tapear. Ejercicio que consiste en beber acompañando el vino o la cerveza con variadas tapas, comida fría o caliente que se sirve en pequeña cantidad. La gracia  está en ser un «regalo» del tabernero, una dispensa que se hace para incentivar a un mayor consumo de bebidas.

Alfonso X

El origen de la tapa y el tapear

En su origen no tuvo esa idea de regalo y hoy día en muchos lugares de España la cobran aparte, como otra consumición más. No obstante, se pagan con gusto esas tapas porque los restaurantes y bares se esfuerzan por la excelencia gastronómica, para atraer clientes, no son un mero trozo de pan con una fina loncha de jamón encima.

El origen de esta costumbre en los bares parece tener a un rey como protagonista. Tanto la más antigua, pero menos creíble, de una ordenanza del monarca medieval en el siglo XIII, Alfonso X, que ordenaba el poner alimento junto a la jarra de vino, para evitar su «pronta subida a la cabeza». Los mesoneros ponían el pedazo de pan o queso sobre la boca de la jarra, de ahí su nombre de «tapa». Como la que contiene mayor certeza, la que atribuye al rey Alfonso XIII en el siglo XX una anécdota que propició la tradición de poner «tapas» con el vino y la cerveza en los bares de toda España.

El rey Alfonso XIII

La real tapa de Alfonso XIII

En una visita a Cádiz, el monarca hizo un descanso en su trayecto entre esa ciudad y el palacio en San Fernando, donde se iba alojar. En un mesón al aire libre pidió una copa de jerez y un remolino de aire amenazó con llenar de arena la «copa real»; un camarero ágil en reflejos tapó la copa con una loncha de jamón, el rey al coger el vaso se comió la improvisada tapa y acto seguido bebió el vino de un trago.

La idea del jamón-tapa le resultó curiosa y pidió una segunda copa con la misma singular protección. La comitiva que acompañaba al rey le imitó, nacía la moda del tapeo y la costumbre de tapear.

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