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Años bisiestos por el calendario juliano y su reforma gregoriana

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Gregorio XIII. Papa que da nombre al calendario actual
Si es occidental o de cultura católica, se habrá percatado que existen años en los que la Semana Santa es bastante pronto, la tercera semana de marzo. También habrá vivido un 29 de febrero, día que no suele vivir todos los años. Es decir, es un año bisiesto y las razones de que las fechas de festivos de Pascua estén adelantadas tiene que ver con ello. Además, tiene que ver con la siempre curiosa relación entre astronomía y religión. Hagamos un viaje en el tiempo y vayamos a la época de Julio César

Los astrónomos egipcios al servicio de César resolvieron muy bien una evidencia científica allá por el 50 a de C. Resulta que comprobaron que la tierra tarda en dar una vuelta completa alrededor del sol 365 días y un cuarto. Era una manera de «redondear» los 365 días, 5 horas y 49 minutos que tarda la tierra en su viaje estacional. Por tanto, para cuadrar el ‘año astronómico’ con el año civil (terrenal o religioso), tuvieron la buena idea de crear el ‘año bisiesto’. Cada cuatro años (4 = al cuarto de día más) de 365 días se daría un año de 366 días (bisiesto). Este calendario fue aceptado por lo bien que funcionó por los siglos de los siglos y se llamó ‘Calendario Juliano‘ por su promotor, Julio César.

Años bisiestos por culpa del calendario gregoriano

Sin embargo, lo bueno puede durar mucho, pero necesita perfeccionarse porque si no es exacto, los mínimos errores generan acumulación de desajustes con el paso del tiempo. Así pasó con el «redondeo» juliano de los años bisiestos, que consideraba 6 horas (1/4 de 24 horas) en lugar de las astronómicas 5 horas con 49 minutos. Esos más de 10 minutos redondeados produjo que en el siglo XVI, el calendario litúrgico de la Semana Santa, que se fijó para el primer domingo después de la primera luna llena tras el equinoccio primaveral, comenzase el 11 de marzo (muy alejado del 20/21 marzo que era el «normal» equinoccio primaveral).

Años bisiestos por culpa del «nuevo» calendario Gregoriano

El Papa de la época, Gregorio XIII, decidió arreglar el desajuste astronómico con el calendario más «humano». Y, para suerte de la humanidad, acudió a uno de los mejores sabios astronómicos y matemáticos que ha dado la Historia, al jesuita alemán Cristóbal Clavio (Clavius). Su corrección fue tan ingeniosa que los científicos de hoy dicen que solamente se da un error estimado de un día cada 3.300 años. El «arreglo» del calendario juliano, que pasaría a ser llamado ‘gregoriano’ por el Papa que lo instauró, consistió en introducir la siguiente regla:

“Un año será bisiesto si es divisible por 4, pero no lo será si además es divisible por 100. Con la excepción de los divisibles por 100 y 400 a la vez, que sí lo serán”. (fuente: Enrique Joven)

Con esta fórmula se conseguía el ajuste más exacto entre calendario astronómico y el civil/religioso. Para que la corrección fuera inmediata, el Papa Gregorio XIII, por indicación de Clavius, decretó (bula papal) la supresión de los 10 días de más. Así, al jueves 4 de octubre de 1582 le siguió el viernes 15 de octubre de 1582. Hubo revuelo mundial, claro, incluso los ingleses se resistieron al cambio durante dos siglos, pero ahora está aceptado de manera general en el mundo regido por pautas occidentales. El mayor inconveniente lo tienen los estudiantes de historia, que en exámenes de medieval deben descontar días si las fechas son anteriores a octubre de 1582.

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